El sable Puerto Seguro

Por Jose Antonio Solís

Quizá no sea exagerar el asegurar que España fue siempre el modelo principal a seguir en cuanto a las armas blancas en nuestro mundo occidental, quizá tampoco sea exagerar si damos la opinión de que el más perfecto de los sables de caballería es el llamado modelo Puerto Seguro que surgió precisamente cuando la técnica y las tácticas ya pronto iban a hacerlo inútil.
Esto último es algo sobre lo que no se ha reflexionado mucho y que parece ser una regla general que podríamos enunciar así: "Los diversos tipos y modelos de armas llegan a su perfección justo cuando van a desaparecer de los campos de batalla por obsoletos".
Y es que, por ejemplo, las más perfectas armaduras, esas que el cine suele poner en la Edad Media, son más bien propias de los siglos XVI y XVII en los que se fabricaron las más completas y avanzadas; las mejores sin duda. En esa época se fabricaron los mejores ejemplares que servían para torneos, paradas e incluso para el campo de batalla, pero el arma de fuego ya las había hecho inútiles; en unos años ya habían desaparecido.
Lo mismo podemos aplicar a esta arma extraordinaria que si no fue más copiada en otros países fue por el doble motivo de por una parte estar diseñada en España, nación por aquel entonces de una muy tercera fila, y los intereses industriales que hacían más dificultoso el cambio de modelo, al no ser ya labor artesanal sino más bien mecánica la elaboración de sables y espadas en las naciones más adelantadas técnicamente; aunque su influencia se dejó sentir en los modelos 1908 y 1913 de sables de caballería para Inglaterra y Estados Unidos respectivamente, en lo que no afectaba a los estándares de mecanización que juzgaron económicamente adecuados siguiendo sus propios modelos anteriores.
Además el inevitable y antes enunciado principio fue inexorable, los sables en unos pocos años pasaron a la historia, a esa Historia con mayúsculas en la que habían escrito tantas páginas, y para la función sobreviviente que era servir de complemento al uniforme y actos de parada no era necesaria ningún diseño ni calidad especial. Por este último motivo a partir de los años cuarenta del siglo XX el modelo Puerto Seguro que ahora nos ocupa siguió fabricándose... sólo de nombre. Y digo sólo de nombre porque se mantuvo el aspecto general y forma de la guarnición, pero con mediocres o malos materiales y unas hojas que vistas de cerca se aprecia que no son en absoluto el modelo que se decía y podía parecer a distancia. Yo las llamaría las Pseudo-Puerto-Seguro, en esta forma han continuado hasta nuestros días.
Pero volvamos a las Puerto Seguro que corresponden a lo que diseñó su creador, que era capitán de caballería en el momento de crear el modelo que lleva su nombre.
Luis María de Carvajal y Melgarejo nació en Madrid el 12 de octubre de 1.871 y murió el 9 de julio de 1.937 a los 65 años de edad. Era el III Duque de Aveyro, Grande de España, XII Marqués de Puerto Seguro, XI Marqués de Goubea, XII Conde de Portoalegre, I Conde de Cabrillas, XVI Conde de Bailén.
Estudioso, aficionado y coleccionista de armas blancas, reunió una completa colección de sables reglamentarios de todos los países, estudiando los cuales fue diseñando una pieza que fuera mejor a todo lo conocido hasta aquel momento y mostrara de nuevo la natural superioridad del arma blanca española; lo que en mi opinión logró.
El Modelo Puerto-Seguro 1907 para tropa de caballería presenta una cazoleta completa en hierro reforzada por un reborde que nos recuerda a los rompepuntas pero que en este caso es una efectiva defensa adicional para desviar el arma enemiga a la vez que reforzar la misma cazoleta, la empuñara la forman dos cachas de madera de nogal sujetas mediante dos tornillos pasantes a la espiga con una monterilla sujeta mediante una perilla atornillada a la punta de la espiga roscada.
La hoja es recta con un solo filo corrido y lomo cuadrado, con una de las características más destacadas de este modelo, un canal o vaceo de paredes rectas muy pronunciado que forma con el lomo al que está próximo lo que parecería un nervio de refuerzo y que no deja ser el espacio natural entra ambos, lomo que al llegar a la punta se transforma en otro canal que la refuerza. Es todo algo armonioso que no sobresale de ninguno de los planos de un hipotético corte de hoja.
Estas características logran de manera genial el que sea un sable bastante ligero y de extraordinaria resistencia tanto de filo (al dejar el vaceo lo más retrasado posible respecto al mismo) como de punta, que se refuerza en la forma descrita; a la vez que la guarnición se muestra muy protectora y anatómicamente adecuada, además de robusta.
Es también un sable muy equilibrado para la función a la que estaba destinado, que era básicamente el uso de punta.
El sable es fácilmente desmontable, algo muy adecuado tanto para una rápida reparación como para mejorar su mantenimiento, al no quedar las "zonas muertas", esas zonas de complicada limpieza que propician la corrosión en otros modelos.
Miremos como lo miremos, y por muchas vueltas que le demos a uno de estos sables, no encontraremos más que ingeniosa perfección, todo está pensado, hasta el último y simple detalle no es nunca adorno sino efectividad.
Los primeros modelos para su evaluación se encargaron en Solingen, formando una preserie de pocos ejemplares de los que, con nuestra tradicional desidia para conservar, han sobrevivido muy pocos. Se diferencian estos modelos de preserie por carecer totalmente de marcas propias del fabricante llevando en cambio grabado en el lomo la indicación de que se trata del modelo Puerto Seguro más el escudo del marqués flanqueado por una P y una S. A estos ejemplares, que se enviaron a España al parecer sin vaina, se les fabricó posteriormente una en Toledo.
Aprobado rápidamente el modelo para servir en nuestra caballería, se comenzó la fabricación del mismo llevando ya los ejemplares de la primera serie en la bigotera por un lado la marca de la Fábrica Nacional de Toledo en su característico recuadro de aquel momento y al otro el número de ejemplar fabricado en una serie de cuatro cifras.

Posteriores versiones para infantería e incluso para caballería, redujeron la longitud del arma; pero no sus características, hasta que, como indicamos antes, en los años cuarenta del pasado siglo se perdieron. Fabricándose a partir de entonces unas piezas que, en mi opinión, ya no deberían llamarse Puerto Seguro.

 

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